
Así se deduce de una encuesta de UNO. Hay por lo menos 4 tipos de terapias a las que se puede acudir si peligra la relación.
El 47,2 % de los 1.398 encuestados por la versión digital de UNO haría cualquier cosa para salvar su matrimonio, como asistir a una terapia de pareja si fuera necesario. De ellos, sólo un puñado ya acudió a un psicólogo y les funcionó, y aunque sean minoría son el reflejo de que vale la pena.
El psicoterapeuta Andrés Gottfried da fe de que las sesiones son efectivas.
Hay cuatro clases de terapia: la escuela del psicoanálisis que evalúa el conflicto que bloquea la relación y que usualmente tiene que ver con traumas de la niñez. En segundo lugar, la terapia sistémica que se basa en las disfunciones familiares, en donde si un integrante está mal, se enferma el resto, entonces todos deben pasar por la ayuda profesional. Otra alternativa es la analítica existencial que ahonda en el sentido de la relación, para qué están juntos. Y, finalmente, la cognitiva conductual que intenta modificar los pensamientos desajustados.
Dependiendo de la orientación son las tareas que se destinan, como compartir tiempos juntos, controlar la agresión y compartir obligaciones.
Gottfried está abocado a la terapia analítica existencial, en la cual le hace un cuestionario a los pacientes con 50 preguntas que exploran en la seguridad que brinda la pareja, qué les molesta del otro, qué necesita de él o ella, qué está dispuesto a darle, qué puede ofrecerle, qué cambiaría, qué valora, si toma en serio sus deseos, si respeta sus espacios, qué los conecta, existen proyectos y valores en común, entre otras.
Por la experiencia del profesional, una terapia así dura meses y la efectividad depende del conflicto y la capacidad de solución que tengan los involucrados.
“A la primera consulta vienen los dos. Si la comunicación es difícil y hay agresividad, se los cita por separado durante un tiempo. Hay casos en los que el problema no es con la pareja, sino con los padres, las relaciones infantiles o la estructura de la personalidad”, argumentó.
En el caso que la terapia se torne individual, la psicóloga Graciela de Rosas remarcó que ésta también ayuda.
Para ella las frustraciones personales hacen que una persona caiga erróneamente en el esquema de pretender que el otro resuelva sus temas.
La receta para esto es procurar ser independiente. “Es melodramático pretender compartir todo con tu esposo. Comúnmente buscamos a alguien diferente para casarnos, entonces es obvio que hay actividades que uno no querrá hacer. También hay una cuestión de género. Si pensamos distinto no significa que no haya amor. La clave es negociar, y no tratar de convencer o imponer una acción”, aseguró.
En la vivencia de Andrea y Diego, quienes no quisieron dar sus apellidos, seguir estos consejos vale la pena.
Con poco más de un año de matrimonio y cuatro de noviazgo, ellos no podían creer que al poco tiempo se quisieran separar. Asistieron cuatro meses a una terapia y la principal conclusión a la que llegaron es que en los momentos difíciles hay que detenerse, reflexionar y respetar el punto de vista del otro”. / Laura Fernández

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