miércoles, 25 de marzo de 2009

La crisis afecta la vida sexual de muchos


La encuesta semanal de www.diariouno.com.ar dividió las aguas entre los internautas. Una sexóloga analiza el fenómeno de la sexualidad tras el 2001.

Informe: Cecilia Amadeo

“La crisis del 2001 cambió la sexualidad en la Argentina”. Esta sentencia de la sexóloga Silvia Kraan intenta explicar por qué los lectores de UNO digital se dividieron tan tajantemente al responder la pregunta: “¿La crisis está afectando tu vida sexual?”.

Es que haber pasado por la hecatombe que vino tras la renuncia del presidente Fernando de la Rúa parece habernos entrenado en hacer sobrevivir al sexo pese a todo. Es por eso que de 2.503 lectores 50,06% (1.253 votos) admitió que el cimbronazo económico está interfiriendo en sus encuentros íntimos, mientras que 49,94% (1.250 votos) afirmó llevar su vida sexual normalmente.

La sexóloga y jefa de la unidad de Sexología del hospital Lagomaggiore opina, además, que los efectos de la crisis “aún no han llegado”.

Para ella, “si se hubiese hecho esta pregunta en el 2001, seguramente hubiese ganado el sí con el 80% de los votos. Cuando uno se enferma o le pasan cosas graves y sale mejorado de eso, se produce lo que se llama resiliencia, es decir haberse podido adaptar y rescatar cosas positivas de ese mal momento”.

En situaciones normales, la eyaculación acelerada lidera el top ten de las consultas a los expertos. Sin embargo, cuando llega la crisis, escalan posiciones los trastornos del deseo en el hombre, algo por lo que habitualmente consultan las mujeres.

Kraan explica que este fenómeno “va aparejado a trastornos de la erección, la eyaculación y el orgasmo, porque si no tenés deseo, por mucho que haga tu pareja… El problema es que no hay energías para responder. La cama está fantástica para dormir pero no para tener una relación sexual”.

Respecto de las mujeres, el trastorno del deseo es más frecuente porque “con esto de que nos hemos liberado tenemos mayores horas de trabajo y mayores obligaciones, con lo cual gastamos nuestras energías sexuales y no las reponemos en el día”. Lavar, planchar, cocinar, hacerse cargo de los chicos, trabajar y encima estar espléndida para la noche parece ser too much.

Por otra parte, muchos hombres pretenden liberar en la cama sus tensiones laborales en vez de las sexuales “para quedar flojitos y dormir bien –dice Kraan–, entonces su pareja se transforma en un tachito de basura donde él libera lo que no lo deja dormir tranquilo”.

La combinación de ambos fenómenos pueden generar el síndrome de Pepe Le Pew: “El que tiene ganas se transforma en el zorrino enamorado y el otro en el gato que huye despavorido. Pero acá el zorrino tiene que entender que no es que el gato no lo quiera, no le sea atractivo o que le está siendo infiel, sino que no tiene energías para responder”, cerró la sexóloga.

Cinco consejos para aplicar

La mitad de los lectores que participaron en la encuesta de UNO digital afirmó que la crisis está afectando su vida sexual. La médica sexóloga Silvia Kraan, jefa de la Unidad de Sexología del hospital Lagomaggiore, ofrece cinco consejos básicos para aplicar desde hoy:

Tener intimidad. “Buscarla en la casa o fuera de ella. Muchos hijos viven con los padres porque no pueden mantenerse o son los mismos padres los que viven con ellos, lo cual provoca que se pierda la intimidad”.

Cambiar el horario de las relaciones sexuales. “Se tiende a tenerlas por las noches, luego de cenar, cuando los chicos duermen y está todo tranquilo. Pero cuando eso pasa, uno ya no tiene energía suficiente. Se puede probar a la mañana temprano o a la siesta”.

No tener relaciones después de haber comido. “El estómago es el mejor trabajador del cuerpo y captura la mayor cantidad de sangre para hacer la digestión. Para tener una relación sexual se necesita sangre para los músculos y para los genitales”.

No tomar estimulantes como el sildenafil (Viagra) si no hace falta. “Siempre les digo a mis pacientes que hay que frotar la lámpara de Aladino para que salga el genio. Hay que hacerlo lo mejor posible y a gusto del dueño de la lámpara”.

Delegar tareas de la casa para aliviar el estrés. “Las mujeres tendemos a decir: ‘Dejá que yo lo hago’, cuando hay cosas que las pueden hacer los hijos o el mismo marido”.

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