La encuesta digital de UNO propuso esté tópico para reflexionar sobre este aspecto de la educación. El autoritarismo y la total libertad hacen daño por igual.
Un llamado a reflexionar sobre los propios límites de los adultos es el consejo del psicoanalista Roberto González para evaluar el funcionamiento en su función de pareja, padres o familia. “Si ellos se extralimitan en irritabilidad, trabajo o comidas, cómo les pondrán límites a sus hijos”, advirtió.
El reproche es pertinente en una época donde los chicos parecen incontrolables y hay dudas sobre si los límites son buenos o malos.
En la encuesta de la versión digital de UNO se les preguntó a los lectores: ¿te cuesta ponerles límites a tus hijos? De 1.472 encuestados, el 48,1% dijo que sí, el 44,7% que no, y el 7,2% aseguró que prefiere dejarlos ser, que no les ponen límites.
Una premisa es que si los nenes son rebeldes lo más probable es que pasen mucho tiempo solos. Mientras que si se les indicara lo bueno y lo malo, predicando con el ejemplo, los pequeños ordenarían su psiquis y tendrían un crecimiento sano.
No se trata de “hacé la tarea o no vas a salir a jugar”, pues ellos deben entender que por ejemplo los papás deben trabajar para comer, o que hay que cruzar por una senda para evitar que no te atropelle un auto. Son situaciones impostergables.
Qué significa decir “no”
Según González, los límites son necesarios porque posibilitan el desarrollo psíquico, intelectual y afectivo. Permiten adaptarse a la realidad y responder adecuadamente en diferentes contextos como la escuela, el hogar o el club. Los encargados de sostener un “no” cuando es necesario son los padres. Ellos deben estar de acuerdo y evitar descalificaciones o contradicciones.
Si los adultos se contradicen eso confunde al niño y le hace creer que se pueden transgredir las normas. En consecuencia pueden aparecer dificultades de conducta y aprendizaje.
“Si los niños no aceptan los límites de los maestros cuando les dan una tarea o les piden que se queden quietos esto está denunciando que el alumno tiene problemas en su casa”, manifestó el licenciado.
Para saber cómo aplicar el límite, González hizo hincapié en que debe ser con afecto, calidez y firmeza. “Nunca usando el autoritarismo, esa posición de poder que usan los que amenazan, maltratan y subestiman. Esto produce dos efectos. Por un lado los vuelve rebeldes, torpes y agresivos, aprenden que ése es el lugar que ocupan y lo repiten en otros contextos. O una segunda respuesta es que sean tímidos y busquen la aprobación de si está bien o mal en todos sus movimientos”, puntualizó.
En la vereda opuesta de los padres autoritarios están los que “dejan ser”.
González aclaró que esto es igual de dañino que el autoritarismo, porque los hijos crecen en un contexto de desamparo que los hace vulnerables a caer en situaciones de riesgo como las drogas .
Un ejemplo concreto de poner límites es que al bebé hay que acostumbrarlo a comer a ciertas horas. A los dos años, enseñarles a controlar sus esfínteres, inculcarles que hay momentos del día para bañarse, cepillarse los dientes, hacer la tarea, y después tener tiempo para disfrutar.
Los castigos y los premios intentan persuadir de que una conducta buena tendrá una consecuencia buena. Pero hay que tener cuidado, porque un castigo físico daña la autoestima; si es agredido o criticado aprende a agredir y a criticar. La receta es que sepan que hay cosas por hacer más allá de una retribución, y que el mejor premio es compartir en familia.
Dejar ser es desamparo
El 7,2 por ciento de los encuestados dijo que prefiere no ponerles límites a sus hijos. El psicoanalista Roberto González le llama a esto “desefer”: “Es dejarlo solo, sin recursos para manejar sus impulsos. Esto le impide desarrollarse”.
En consecuencia la persona guarda ansiedades y angustias, que se manifiestan en conductas de riesgo como el alcohol y la promiscuidad.
Aunque los padres creen que la libertad los hace autosuficientes, la verdad es que se crea un sentimiento de desamparo.
Para no sentir culpa hay un concepto claro que hay que evitar: si hay culpa es porque se está privando al hijo de algo que necesita o porque hay un exceso de en la imposición del límite.
¿Te cuesta ponerles límites a tus hijos?
1.472 lectores respondieron la encuesta semanal de la versión digital de UNO.
Sí me cuesta: 48,1 por ciento
No me cuesta: 44,7 por ciento
Prefiero no ponerles límites: 7,2 por ciento

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